En este tiempo de crisis económica habrás escuchado con mucha frecuencia que las agencias de rating han rebajado o subido la calificación de tal cual país, de este o aquel Banco, etc. Los recientes eventos derivados de la crisis de deuda las han puesto en el ojo del huracán, poniendo en tela de juicio su labor.
Tanto las empresas como los países (al igual que las personas), para llevar a cabo sus proyectos, necesitan endeudarse ya que no suelen tener todo el dinero disponible en ese momento para pagar esa inversión que van a realizar.
No todos podemos hacer frente a las deudas del mismo modo es decir, no todos tenemos la misma capacidad de endeudamiento. Relacionado con esta capacidad de hacer frente a las deudas tenemos el llamado riesgo de insolvencia.
El riesgo de insolvencia mide la probabilidad de que una empresa o un país puedan o no hacer frente en el futuro a sus obligaciones de pago (ya sea en forma de dividendos, cupones, intereses o la devolución del principal de un crédito). Una de las labores que llevan a cabo las agencias de rating es evaluar la solvencia de los países y de las empresas.
¿Qué es una agencia de rating?
Una agencia de rating es una empresa especializada e independiente que analiza la capacidad crediticia de los países o las empresas. Para ello analizan desde la coyuntura económica del país hasta los estados contables de la empresa o país en cuestión, la vulnerabilidad ante riesgos externos que pudieran afectar a sus ingresos o sus activos, y la calidad de sus directivos.
Si bien hay muchas agencias de rating especializadas en los diferentes sectores, las 3 más relevantes y que son las que más te sonarán son tres: Fitch, Moody’s y Standard & Poor’s.
¿Qué es el rating?
El rating es una nota o calificación de la solvencia que tiene una empresa, un país, instituciones públicas, emisiones de deuda, estructurados o fondos para hacer frente a sus obligaciones de pago.
¿Cómo fija el rating una agencia de calificación?
Cada agencia tiene su propio procedimiento. Habitualmente a cada empresa o país se le asigna una categoría o ‘calificación’, a través de una secuencia de letras y que sigue un orden de mejor a peor calidad. De esta forma, los inversores conocen la situación global del emisor.
A grandes rasgos, hay una primera clasificación de las calificaciones en 2 categorías: ‘investment grade’ de las que se supone un alto grado de solvencia, y ‘non investement grade’ con peor calidad crediticia. El rating más bajo se corresponde con el llamado ‘bono basura’ que alerta de una baja calidad crediticia con claro riesgo de quiebra.
El tener una categoría u otra es importante. La calificación no es estática, sino que cambia dependiendo de las circunstancias del mercado, de la compañía o del país, y no es habitual que las calificaciones se cambien de golpe a no ser que se produzca un suceso inesperado (catástrofe natural, atentados, decisiones gubernamentales, operaciones corporativas, etc.). Las agencias de rating podrán revisar al alza o a la baja las calificaciones. A peor calidad crediticia, peor calificación y por tanto mayor será el diferencial que haya que pagar sobre el Euribor a los inversores.
Una rebaja de la calificación es muy perjudicial para la capacidad de endeudamiento, ya que supone una disminución de la confianza de los inversores y, por tanto, se traduce en un incremento de los costes financieros: aumentará tanto la rentabilidad que exige el mercado para colocar una emisión de deuda como el interés a pagar en el caso de solicitar un crédito.
Lo hemos visto con los países durante la crisis: la prima de riesgo ha estado muy alta. Por tanto, los intereses que han tenido que pagar los Estados por su deuda ha sido mayor, con lo cual se han visto obligados a emitir más deuda pública y, por consiguiente, endeudarse más.
A menudo veo letras en las calificaciones. ¿Qué significan?
Las agencias distinguen entre las notas para el largo y el corto plazo. La referencia suele ser la del largo plazo.
En el largo plazo, el grado máximo es la triple A. Para Standard& Poor’s y Fitch es AAA. Para Moody’s, Aaa.
Para rebajar la calificación, a partir de ahí se van quitando letras, añadiendo números o signos y se va descendiendo por la B, la C y la D.
Al grado máximo le sigue el grado alto: Aa1, Aa2 y Aa3 en el caso de Moody’s; AA+, AA y AA- en el de Standard & Poor’s y Fitch.
El grado medio alto comprende A1, A2 y A3 en Moody’s; A+, A y A- en S&P y Fitch. Le sigue el grado medio bajo, el último en el que la inversión es recomendable: Baa1, Baa2 y Baa3 para Moody’s; BBB+, BBB y BBB- en S&P y Fitch.
A partir de aquí entramos en el terreno del bono basura. Ba1, Ba2 y Ba3 para Moody’s. En el caso de S&P y Fitch es BB+, BB y BB-. La emisión se convierte en «altamente especulativa» cuando Moody’s le pone una nota de B1, B2 o B3; o cuando S&P y Fitch lo califican de B+, B o B-.
La letra C es la última del escalafón. Los cuatro grados que van de Caa1 y Ca (el rating de Grecia) en el caso de Moody’s y entre CCC+ y C de S&P y Fitch definen la diferencia entre «riesgos sustanciales», extremadamente especulativo» y «pocas esperanzas de recuperación.
El default se merece una C para Moody’s y una D para S&P. Fitch diferencia entre DDD, DD y D.
Espero que esta aproximación a las agencias de rating te haya ayudado a entender cuál es el trabajo de éstas y qué significan esas letras de las calificaciones cuando lees u oyes la prensa económica.

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